"Corazón de piedra, no más", dice Benjamín Aguilera, de 35 años. Es su manera de explicar que no midió las consecuencias de lanzarse al agua para rescatar a un hombre que se ahogaba, la noche del viernes pasado, entre la Playa El Laucho y la ex Isla del Alacrán, en Arica.
Trabaja como bartender del Ruky's, un restorán en la Avenida Comandante San Martín, y recuerda cómo de pronto un alboroto alertó a clientes y a empleados. "A las 10:20, 10:30 de la noche, alguien se lanzó al mar, sin pensar que era una irresponsabilidad hacerlo en ese sector. Había unas personas que estaban con esa persona y empezaron a gritar. Entonces todos los comensales del restorán, que estaba lleno, fueron a la terraza a ver lo que estaba sucediendo. Los trabajadores también", ordena sus recuerdos.
El hombre en el agua gritaba por ayuda y la Armada, asegura el empleado, se demoró en llegar. Luego de un rato, dos marinos, con cuerdas y con salvavidas, se metieron al mar, pero debieron devolverse, debido a la fuerza de las olas. El hombre que se ahogaba seguía ahí.
El bartender corrió de vuelta al restorán y agarró una tabla de surf que estaba en una bodega. El local está dedicado al deporte, así que tiene implementos de este tipo.
"Antes de tirarme, una ola me mojó completo y eso me dio valor. Me tiré con olas de tres metros", se emociona. Braceó y pataleó hasta la persona que se estaba ahogando. "Lo pesqué y lo mantuve arriba de la tabla", explica. El hombre, herido por los golpes contra las rocas, era pura desesperación y, casi sin fuerzas, alcanzó a pedirle algo a quien llegaba a socorrerlo: "Sácame de aquí".
Benjamín le dijo que mantuviera la cabeza arriba y trató de alejarse de la orilla, para que las olas no los golpearan. "Después la mar se puso mala. Me puse a remar con los pies, no más", relata. Con la mano izquierda se afirmaba de la tabla y con la derecha trataba de mantener a flote al joven. "Pasó una ola grande, me agaché con la tabla, con él de la mano, y veo que estaba boca abajo. Ya estaba fallecido", se apena. "Llevaba mucho tiempo en el agua y, cuando lo auxilié, estaba ya agonizando. Murió frente a mí. Para mí es algo muy fuerte", suspira.
Con su mano derecha, el bartender agarró bien la muñeca izquierda del joven muerto y siguió impulsándose con los pies. Pocos minutos después llegó un buzo que también es de la Armada y le dijo a Benjamín que se calmara, que mantuviera bajo su ritmo cardiaco, que pataleara como nunca antes lo hubiera hecho y que no soltara el cuerpo. "Me jugó la sicológica", sintetiza el trabajador del RukyS.
"Entrando a la rompiente del Laucho, nos pescaron dos olas. Una la pudimos sortear, pero la segunda venía reventada. Yo me di vuelta, el buzo también se dio vuelta. Por mi desesperación y por mi vida, solté el cuerpo, cosa de la que me arrepiento, porque me hubiera gustado, aunque sea ayudar a sacarlo", lamenta. Hasta ahora el cuerpo está desaparecido. "Estuve con esa persona piel con piel", se le corta la voz.
"Todos los marinos nos estaban esperando en la Isla del Alacrán, porque la corriente es hacia al norte, no hacia el sur. Nadamos tanto con el marino y con el cuerpo. Llevábamos mucho peso y salimos por El Laucho, la playa que está al sur", cuenta. Había pasado casi dos horas en el agua.
Perdió sus zapatillas y su cuerpo estaba irritado por las picaduras de las medusas. Se fue a su casa, pero no podía descansar. "Cinco o seis personas me contactaron y me mandaron fotos de familiares o amigos que yo no conocía, para ver si era el que se ahogó. Ninguno era", se vuelve a emocionar.
Su pasión es el motocross y tiene claro que el estado físico que ha desarrollado practicando este deporte lo ayudó la noche del viernes pasado. "De lo contrario, no estaría aquí", sentencia.
Esa cara nunca la va a olvidar: "Tez blanca, medio rubiecito el cabro, más de 40 años no tenía, alto".
Admite que debiera estar con sicólogo. "Me siento un poco raro, estoy como medio tiritón", se analiza. Pero tiene otro método para salir adelante. "No soy Superman. Creo harto en Dios y sé que Dios me va a ayudar a borrar de a poco esa imagen que tengo en mi mente", confía.
Benjamín tiene dos hijos y su señora está embarazada. "Fue una irresponsabilidad de mi parte haber hecho esto, pero la vida humana es una sola. Arriesgué mucho por alguien que no conocía, pero la vida humana es muy linda", rescata una lección. Por eso se lanzó al mar. Como dice él, "corazón de piedra, no más".