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Pasajera cuidó hasta el final a chofer de App que sufrió infarto

Cerca del mediodía del miércoles, un Kia Morning plateado se estacionó a un costado de la avenida Andrés Bello, en la comuna de Las Condes, por la pista que va hacia el poniente y un poco antes de llegar al mall Costanera Center. No es un lugar muy idóneo para estacionar o detenerse, porque no tiene vereda y porque en esa zona pasan muchos vehículos a gran velocidad.

De los asientos traseros, según informó Carabineros, descendió una mujer que hizo varias llamadas telefónicas. Al Samu y a Carabineros, por lo menos. Y esperó.

Lo primero que llegó fue una ambulancia. La pasajera les habría explicado a los paramédicos lo que ocurrió. Que el conductor de ese vehículo era un chofer de aplicación que ella había pedido, que en determinado momento el hombre se sintió mal y que se estacionó porque ya no podía seguir manejando. Cuando los paramédicos comenzaron a hacer su trabajo, la mujer se marchó.

Pero no había mucho que hacer. Cuando lo examinaron, los facultativos comprobaron que el conductor estaba probablemente muerto, muy por un paro cardiorrespiratorio.

Se trataba de un hombre de 41 años, de nacionalidad venezolana, y que no tenía en su poder ninguna documentación chilena, incluyendo alguna licencia de conducir válida para el territorio nacional.

El auto estaba a nombre de un joven que se identificó como Esteban. "Al chofer no lo conocía mucho. Es pareja de mi cuñada. Solo sé que tiene una hija y que no llevaba más de un año en Chile", cuenta.

Pocos minutos después llegó Carabineros. Entre las diligencias que tenían pendientes, informaron después, estaba el ubicar a la misteriosa pasajera que diligentemente llamó a los servicios de urgencia.

Empatía

La sicóloga Paula Luengo, académica de la Escuela de Psicología de la UC, especializada en sicología social y también investigadora asociada del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, reflexiona sobre el acto de la pasajera. Desde una perspectiva sicológica, comenta que es comprensible y esperable que las personas sientan el impulso a empatizar, especialmente cuando identifican a otros en situaciones vulnerables o de riesgo.

"Este tipo de comportamientos de empatía o de prosocialidad requieren un alto costo personal, porque implican sacrificio", dice. "En nuestra sociedad actual, mantener una conducta así es desafiante, principalmente porque los riesgos personales asociados al involucramiento pueden ser elevados y porque se trata de dar ayuda a un desconocido, con quien no se tiene un compromiso relacional sistemático", indica.

Luengo expone que actuar como lo hizo la pasajera implica no sólo una inclinación natural hacia la empatía, sino también una coherencia en el sistema de creencias. "Generalmente, los niños y niñas desde temprana edad muestran tendencias a empatizar, a ponerse en el lugar del otro. Sin embargo, a medida que crecen, estas tendencias interactúan con normas sociales que pueden o no fomentar esa cooperación", explica. Añade que las sociedades actuales no suelen promover un sentido de empatía a favor de la comunidad, lo que hace menos común encontrar personas con actitudes como la de la pasajera.

La sicóloga clínica Katherine Heresi también destaca la acción. "Habla de una gran empatía", comenta. "En otros casos, la pasajera o el pasajero simplemente se marcha, dejando al conductor en el lugar. Es decir, eligen no involucrarse más y simplemente tomar sus pertenencias e irse".

Heresi sostiene que, lamentablemente, es una actitud que ya no es tan común. "Cada vez nos estamos distanciando más del dolor de las personas y de los eventos que van sucediendo. Nos vamos volviendo más individualistas, intentando involucrarnos lo mínimo posible y centrando nuestra preocupación en lo que pensamos y sentimos", afirma.

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