Alfonso Villalobos (28) y Kevin Gálviz (22) trabajan en la zona norte de Santiago en un servicio de delivery. Su mayor aspiración es tener los papeles en regla para trabajar. Su principal herramienta es la moto. Es por esto que los repartidores fueron invitados a probar la moto modelo Keeway RK200 que el expiloto de motociclismo Jeremías Israel importó, porque tiene, según él, las tres b: buena, bonita y barata. Los muchachos dan vueltas por un McDonalds de Lampa. Cuentan cómo la sienten y recuerdan las historias que los llevaron a trabajar en algo contemplado para la comodidad de quien pide comida para la casa y lo hostil que muchas veces se vuelve para los automovilistas con quienes tienen que compartir las calles.
Oportunidades
Hace un año que Alfonso Villalobos llegó desde Venezuela a Chile por un paso no habilitado. Dice que se le ha hecho difícil estar de manera ilegal en Chile. 'Primero porque no tengo a nadie que me oriente y porque todavía no me acostumbro. Dejé a mi familia, dejé una carrera que fue mi sueño desde pequeño, quedé en cuarto año de la carrera de medicina y con mucho dolor tuve que dejarla", confiesa. "Opté de venirme a Chile. Todo el mundo me decía que Chile es bueno, que Chile da buenas oportunidades. Y sí, no me quejo, yo llegué a Chile y he tenido la posibilidad de responder por mi familia que está allá en Venezuela y con mi hija de cuatro años que está acá", resalta.
Pronta entrega
"Yo trabajo entre 11 a 12 horas diarias", cuenta Villalobos. "Empiezo a las diez de la mañana y llego a las diez de la noche a la casa para tener un ingreso bueno, gano un millón trescientos mil pesos o un millón cuatrocientos mil pesos con 20 pedidos en promedio al día". Reconoce que es buena plata y que le alcanza, pero no trabaja tranquilo. "Hay personas que son muy buenas cuando llegamos a entregar un pedido, nos reciben con mucho amor, los niños también. Pero tiene su contra". Y la contra es que tiene que llegar rápido con el pedido porque de lo contrario, desde la aplicación Io empiezan a llamar, a apurar. "Cuando uno adelanta los autos, les molesta a los conductores que uno los pase (por entre medio). Insultan y no nos dejan pasar. Yo por respeto no les digo nada. Pero no lo hacemos porque queremos, lo hacemos por necesidad para entregar el pedido rápido". Sobre la moto dice que le gusta. 'Es buena, pesa menos, puedes pasar a los autos fácilmente, es más fácil de controlar. Tiene un asiento trasero en que uno deja el bolso y uno puede descansar mientras se maneja, apoyar la espalda en él", destaca.
Sin documentos
Otro de los repetidores con moto nueva es Kevin Gálviz (22). Cuenta que se demoró nueve días en llegar de Venezuela a Chile con todo lo que implica un viaje así. "Vine por un mejor futuro, para salir adelante. Tengo una hija chilena de cuatro meses y a través de ella no existe la regularización para mí. Tengo que salir todo el día a la calle a repartir porque no puedo encontrar un trabajo estable". Dice que una vez iba en moto y Io chocaron. "Una niña se pasó un disco pare. Yo iba tranquilo en la vía principal y me chocó. Después me amenazó que si yo llamaba a los carabineros, ella me iba a denunciar (por no tener papeles). Yo preferí quedarme con la moto dañada y adolorido del golpe, pero que se fuera". Ese tipo de problemas son los que dice que tiene que pasar por no tener su documentación en regla. Que no es un motochorro, solo está trabajando.
Agradecido
'Tengo tres años en Chile. No ha tocado fácil. Por no tener rut no puedo sacar licencia. No puedo circular libremente por las calles de Chile", se lamenta Gálviz. Por eso, dice, se atreve a contar su historia y dar su nombre y apellido, para que alguna autoridad pueda entregar alguna alternativa a personas como él. Por lo menos, ahora cree que las cosas pueden cambiar, con instancias como esta: "Un día, mientras trabajaba, llegaron y me dijeron si quería participar en este lanzamiento. Yo dije que sí. Me tomaron mis datos y al otro día ya me estaban llamando. Estoy agradecido".