Han pasado cinco semanas del grave atropello que sufrió Martín Vargas a pocos metros de su casa, en la Villa Capri de Maipú, y el legendario ex púgil, bastante recuperado, sobre todo físicamente, cuenta detalles de aquella tarde y repasa algunas de las sabrosas anécdotas que han marcado su vida.
Es pasado el mediodía y casi toda la familia está en el living de su casa. Además de su señora, Mireya Inostroza, se encuentran sus hijos, Martín y Natalia; su nieta Fernanda y su amiga Jeanne Croocker. En un rato también llegará un asesor de Leonardo Farkas, quien el domingo anunció en su cuenta de Twitter que le donaría $2.000.000 para apoyar su recuperación.
¿Cómo está, Martín?
"Para mí es una satisfacción estar recuperándome luego del estado en que quedé, pero gracias a los cuidados de mi familia ya estoy mejor. Esta es la peor pelea que tuve en mi vida, pero le gané a la muerte. Eso sí, todavía duele, acuérdese que fueron cuatro costillas fracturadas".
¿Qué recuerda de ese día?
"Con el pencazo volé como 20 metros de donde me atropelló la moto. Y doy gracias a Dios porque vencí a la muerte, aunque muchos de seguro han dicho: "El hueón tuvo suerte y quedó vivo?" Pasé unos momentos críticos, aunque lo más importante es estar bien después de estar metido en el hoyo. Soy duro de matar".
Oiga, pero acá todos se desviven por regalonearlo?
"Sí, me gusta el charquicán, así que ha sido infaltable en mi mesa, también las ensaladas. Si hay pan, no como; por eso no engordo".
Ese es su secreto entonces, ¿cuánto pesa?
"Estoy en 52 kilos. Por eso cuando veo a mis compañeros que dejaron de pelear hace tiempo muchos parecen hipopótamos, y ahí les digo que dejen de comer pan".
¿Qué hará cuando se recupere por completo?
"Volver a mi proyecto con los chicos. Tengo mis alumnos y además del deporte me gusta enseñarles a que sean educados, respetuosos, que cedan el asiento a los mayores, aunque a mí no me gusta, cuando voy en la micro, que me digan "Profe, siéntese". Ahí les respondo que bajo en la siguiente parada".
Ha vivido este duro momento junto a su señora, ¿cómo la conquistó?
"Le digo con fecha y hora: fue el 4 de octubre de 1972 a las 10:15 de la mañana. Fui a su casa en La Granja, donde me harían unos masajes, ahí la quedé mirando, y ella también. Luego le di un beso y no me dijo nada. Tuve siempre una buena relación con mi suegro y con mis cuñados".
"Mentira, si le dije un par de cosas", interviene ella sutilmente y con una sonrisa. Por entonces ya había empezado en el boxeo.
"A los nueve años les pegaba a todos en Osorno. Más adelante, cuando todavía era muy joven, mi papá entró a mi camarín y me dijo: "Vas a ser muy bueno, hijo, pero pisa bien la tierra. Que nunca se te vayan los humos a la cabeza". A casi todos les ganaba por nocaut". (N. de la R: su foja como profesional dice: 91 peleas ganadas, 63 por K.O.; 15 perdidas y 3 empates).
¿Qué le dejó el boxeo?
"Era terrible, porque los golpes duelen, pero salí adelante, logré lo que quería y lo que nunca en mi vida imaginé, a veces con las dos manos quebradas. Por eso, cuando me despierto en la mañana le agradezco a Dios por la oportunidad que me dio de ser grande en el deporte chileno, por darme la oportunidad de conocer el mundo. Peleé en 36 países, Japón fue el que más me gustó".
¿Cómo le gustaría que le recuerden?
"Yo soy feliz con mi mujer, con los hijos, con los nietos. Quiero seguir luchando por la vida, y desde mi rincón ayudando al deporte chileno. Hay Martín para rato. A mí la plata no me interesa, me preocupa sí que mi familia no tenga problemas de ese tipo".
En eso, llega el asesor de Farkas, quien prefiere mantener el anonimato, y de un sobre extrae un fajo de billetes de $20.000. Y se los entrega en su mano y le pide que los cuente.
Luego, este cuenta que el empresario "siempre está pendiente de lo que pasa en Chile, viendo la realidad. Recibe muchas peticiones en redes sociales, y él directamente decide a quién apoya. Eso sí, la mayoría de sus donaciones no las publica. En este caso, por la relevancia de Martín Vargas, le pareció conveniente hacerlo"