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El temor puede causar más daño que el delito mismo

En los parajes criminales hay situaciones que cambian, por ejemplo, el número de delitos que se cometen cada año en Chile. Pero Daniel Johnson, director ejecutivo de la Fundación Paz Ciudadana, asegura que la cantidad de familias que declaran en las encuestas haber sido víctimas de la delincuencia se ha mantenido entre el 35 y el 40%. "Surge, entonces, la duda de si estamos o no en una crisis nacional de delincuencia. Y la respuesta es que no. El problema es otro", enfatiza Johnson, quien recientemente participó en un seminario sobre seguridad, organizado por el Magíster en Gobierno y Dirección Pública de la Universidad Autónoma de Chile.

¿Cuál es el problema, entonces?
"El aumento de los delitos violentos. El problema no es la cantidad de delitos, sino su tipología. Eso ha hecho que el temor esté en niveles extremadamente altos. Podemos decir que es el índice de temor más alto de la historia".

Pero el temor puede causar daño.
"Exactamente, el temor puede causar más daño que el delito mismo. Las familias han cambiado sus comportamientos. El 70% ha modificado sus horarios de salida. Además, muchos han tenido que mejorar la seguridad de su casa y realizar gastos solo por temor. Una vez me corté el pelo en Chiloé, hace como seis años, y una señora me comentó que había tenido que poner un portón eléctrico en su casa, que era una propiedad pequeña en Castro. Le pregunté por qué había hecho eso y ella me respondió que si acaso yo no había visto los portonazos. Le tuve que decir que en Chiloé no había ocurrido ningún portonazo. La señora gastó $400.000 en un portón, dinero que pudo haber invertido en muchas otras cosas útiles. Las familias invierten para sentirse más seguras y a veces ni siquiera se produce ese efecto deseado".

¿Qué hacemos para disminuir los delitos violentos?
"En Chile tenemos una presión social muy activa que hace que se implementen cosas a la rápida. Hay personas, que uno las considera serias, que han caído en ese discurso de que hoy no es el minuto de hacer más diagnóstico, que es el momento de actuar. Y la verdad es que estamos en pañales en materia de entendimiento de las organizaciones delictuales que cometen delitos violentos. Hay que crear políticas públicas basadas en evidencia, en los diagnósticos. Cuando uno mira esa evidencia, evidentemente se da cuenta de que la prevención temprana es absolutamente necesaria".

¿A qué se refiere con prevención temprana?
"Es todo lo que puede evitar que un delito ocurra. Es lo que ocurre antes de que una persona se involucre en un primer comportamiento delictual. La reinserción, por ejemplo, es prevención, pero terciaria porque el delito ya ocurrió. Lo que nosotros promovemos es que se identifiquen cuáles son los factores de riesgo que hacen que una persona cometa un delito y esos factores se identifican haciendo cruces de información".

¿Algún ejemplo?
"En las personas que cometieron un primer delito, por ejemplo, uno puede mirar su historial de vida y entender qué lo llevó a cometer ese primer delito. Hay estudios en Chile sobre eso. En la fundación hicimos un estudio de factores de expulsión en personas privadas de libertad. Cerca del 90% tenía escolaridad incompleta. O sea, la deserción escolar es factor de riesgo. Otro dato es que el 27% había tenido a padres privados de libertad. Esos datos están porque el sistema escolar paga las subvenciones a los colegios públicos en función de qué niños van a clases, con nombre y apellido. Entonces, se sabe qué niños están yendo al colegio y también se puede saber cuáles son los hijos de personas que han estado privadas de libertad. No son solo esos factores, pero hay que ver cuáles son más relevantes. Uno puede tener tres miradas, por ejemplo, la de los lugares donde ocurren más delitos, la de los lugares donde viven las personas víctimas de delitos y una tercera mirada que es la de dónde viven las personas que concentran factores de riesgo. Allí es donde tenemos que intervenir. Pero para eso hay que hacer un diagnóstico".

Imaginemos que se hizo el diagnóstico.
"Podríamos intervenir con programas diseñados para ese tipo de problema. No me refiero a intervenir con los llamados buenismos sociales. Una cancha de fútbol no funciona por sí sola y no va a lograr que los niños jueguen fútbol y resuelvan el problema. Hay que pensar en quién maneja la cancha de fútbol, por ejemplo, porque cuando no está bien administrada se la disputan entre barrios. También hay que pensar en para qué la usarán, ya que muchas veces el narco es el que celebra la fiesta de cumpleaños en la cancha. Entonces, hay que pensar en infraestructura acompañada de programas sociales. Una cancha de fútbol puede ser un tremendo aporte si es que logra enseñar a los niños la resolución de conflicto a través de las normas, respeto, entre otras cosas".

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